CRIMINALIZANDO LA PROTESTA

Publicado en Equo el 20 de agosto de 201

En medio de una crisis económica en la que la injusticia y la desigualdad se nos están volviendo insoportables; una vez que el capitalismo muestra su verdadera cara de voracidad sin límite y una vez también que la democracia liberal está demostrando su incapacidad para controlar a los que nos controlan, a los poderes económicos, se están produciendo en todo el mundo estallidos sociales que ponen nombre a lo que pasa y que exigen justicia. La inmensa mayoría de estos estallidos están siendo pacíficos porque algo hemos aprendido de la historia reciente. Protestas en demanda de justicia social en todo el mundo. Protestas democráticas, pacíficas, legítimas, democráticas y, sin embargo,  duramente reprimidas. La libertad era el tótem de este sistema hasta que las élites han descubierto que puede usarse para protestar contra el mismo, para disentir radicalmente. Entonces no hay libertad que valga.

Este sistema, que ya no nos garantiza (y cada vez menos) unos mínimos de vida, puede que termine por no garantizarnos tampoco las libertades básicas. Hemos entrado en un proceso en el que la protesta se está convirtiendo en una expresión subversiva porque subversivo parece ahora cualquier intento de disentir. El sistema necesita de la aquiescencia de gente sumisa, y ahí están todos los partidos de poder, los sindicatos, todas las estructuras y organizaciones que forman parte del mismo: las élites. Con la gente en estado de suma indignación, ya no importa tanto ganar o perder elecciones, al fin y al cabo, ellos van a seguir ahí, como que la cosa no se les vaya totalmente de las manos, como que no se produzca un cambio real.

Está ocurriendo en todo el mundo. En Chile los estudiantes claman por una educación pública de calidad y el 80% de la población les apoya. No les apoya en cambio ningún partido y son reprimidos duramente por el sistema que les gasea, les pega, les detiene y les impide manifestarse. La izquierda (la Concertación) que estuvo en el poder muchos años, no avanzó nada en ese sentido. Se ha roto la cadena de transmisión entre partidos y ciudadanía, los partidos a lo suyo y la ciudadanía desamparada. Una petición como la de educación pública está sirviendo para reprimir a la gente de manera brutal, pero sobre todo para demostrar hasta qué punto quienes gestionan las vidas de los chilenos son una élite alejada completamente alejada de las demandas justas de la ciudadanía.

En la India, una democracia, la mayor del mundo se dice, se ha detenido a un líder pacifista por pretender iniciar una huelga de hambre ¡sin permiso oficial! Y de manera preventiva se detiene a 1300 seguidores pacifistas. El motivo de las protestas era tan antisistema como protestar contra la corrupción endémica y tan extendida que es ya una parte inevitable del sistema. Como la ciudadanía parece que se ha hartado y protesta pacíficamente, se están produciendo detenciones masivas y de pacifistas. No hablemos de las protestas en el mundo árabe que son apoyadas o ignoradas por los gobiernos adalides de la democracia según les guste o les sea más útil el dictador de turno o según tengan más o menos intereses por ahí.

En EE.UU y ahora en Inglaterra se imponen (o se plantean en el caso del Reino Unido) toques de queda para los jóvenes. Un toque de queda general supone que para evitar lo que pueda pasar, antes de que pase nada, todos son culpables y se restringe la libertad de circulación de todos. (¡Si eso lo llegan a hacer los comunistas…) En Reino Unido dos personas han sido condenadas a 4 años de cárcel por comentarios hechos en el Facebook. En el futuro lo que se pone en las redes sociales puede ser delito grave, porque cada vez más se considera que alentar a la protesta es alentar la violencia. Por supuesto que esto sólo vale para la violencia contra el sistema. No se va a detener a los hinchas futbolísticos, ni a los religiosos fanáticos, ni a los patriotas fanáticos, ni a los fanáticos en general. Solo a quienes se manifiesten contra el sistema. Se trata de matar la disidencia antes de que se generalice, de ahí el carácter que se pretende ejemplarizante de las penas.

Por supuesto que ya muchos gobiernos se plantean restringir el uso de Internet también. Se bloquea la telefonía móvil no para evitar que se cometa un delito, sino para evitar que se proteste, para evitar que podamos transmitirnos consignas de protesta legítima y pacífica. Aquí hemos tenido ejemplos de sobra de esto con la represión laicista a la venida del Papa. Pero, además de la represión y criminalización de las protestas,  pacíficos del 15M, palos a los laicos, Sol cerrada a cal y canto, el metro paralizado…todo no para evitar la violencia, que no hay, ni el delito, que no existe, sino simplemente para evitar la protesta. Con la llegada del Papa hemos comprobado clarísimamente de qué manera, cuando la tensión social se vuelve preocupante, la élite se cierra y se apoya. De un Presidente laicista hemos pasado –mediado por la crisis y las protestas sociales- a volcarnos con la iglesia,  a consultarles sobre nuestras cuestiones políticas y a pedirle “su apoyo” para acabar con ETA, ver qué se hace con el Valle de los Caídos o salir de la crisis. Normal, los verdaderos poderes pueden diferir en la manera de gestionar la riqueza, pero ante la presión social se vuelven uno.

Por lo mismo se usa sin pudor ninguno la censura. ¿Alguien recuerda ya las críticas a la censura en las dictaduras comunistas? Pues aquí se censura sin más y ninguno de los grandes partidos, de los sindicatos, de los medios de comunicación ponen el grito en el cielo. Se ha censurado impunemente una campaña a favor del preservativo que había contratado una organización católica que participa en las JMJ. ¡Se censura una campaña a favor de un producto legal, usado masivamente, que se vende en los supermercados, recomendado incluso por las autoridades sanitarias! Se censura porque no se puede permitir nada que parezca que disienta de la fiesta oficial que se ha montado con el Papa a ver si la gente se distrae un poco.

Mientras, el poder (económico) como siempre puede hacer lo que quiera. Puede delinquir, por supuesto: evadir impuestos, realizar operaciones monetarias fraudulentas e ilegales, malversar, blanquear dinero, y todo eso por cientos o miles de millones, da lo mismo;  por eso no irá nadie a la cárcel. En el caso de los políticos pueden dilapidar el dinero, tirarlo literalmente. Me impresionó esta frase de un funcionario de Defensa leída en El País: “Hemos comprado armas que no necesitábamos, para conflictos que no existen y con dinero que no teníamos” ¡Por valor de 26.000 millones! Y no ha pasado nada, al parecer es normal, son las cosas de los ministerios. (100 millones pide la FAO estos días para Somalia, por cierto)

Pero ¡ay del que robe una bolsa de patatas fritas (Como en la Edad Media, un chico en Inglaterra ha sido condenado a cuatro años de cárcel por robar una bolsa de patatas que costaba 5 euros)! ¡Ay del que anime por Internet a la gente a unirse a una protesta aunque la protesta no exista, ay del que ose ponerse en huelga de hambre o acuda siquiera a una manifestación  que cuestione de cualquier manera este sistema!. Con el sistema no se admiten bromas. No nos queda otra que declararnos en rebeldía, insumisos, antisistema. Y aun así creo que hay que votar, convertir el voto en parte de la protesta,  votar partidos que propongan cambios radicales en el sistema, como Equo y seguir protestando.


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