VERGÜENZA SOCIALISTA

Publicado en El Plural el 4 de julio de 2011


En medio de una batalla campal sin precedentes, con un hospital de campaña que albergó a más de 500 heridos, el parlamento griego “aprobó” las propuestas (más bien imposiciones) del FMI, el Banco Central Europeo y demás organismos destinados a conducir el capitalismo hacia lo que creen que será su victoria final: el desmantelamiento del estado del bienestar y de todos los servicios públicos. Es el ataque más brutal a las clases medias y trabajadoras, por parte de los poderosos desde la II Guerra Mundial. Se produce además aprovechando la ineficacia de la democracia representativa actual para controlar el poder económico. Se toman medidas no anunciadas, no votadas, no debatidas por nadie y que no cuentan con ningún apoyo popular. Los efectos de las medidas van a ser de tal calibre que Naciones Unidas ha advertido que pueden violar los derechos humanos. 

Pero con ser esto muy malo, con ser un robo que se nos hace, un expolio de nuestras vidas y de nuestro futuro (en Grecia está bajando la esperanza de vida, en España ya hay hambre) lo peor es que se hace sin que ningún político socialista, supuestamente de izquierdas,  haya ofrecido ninguna resistencia. La única resistencia que se ha opuesto a estas políticas, a este verdadero golpe de estado a la soberanía popular, ha sido la que hemos presentado la ciudadanía y a la que el poder, indistintamente de un partido o de otro, ha respondido con una violencia inusitada en el caso de Grecia, en Barcelona, y habrá que ver qué pasa en el futuro si la resistencia va creciendo.   

Los políticos llamados socialistas, de todos los partidos, de todos los países no sólo han callado sino que han sido los perfectos ejecutores de estas políticas neoliberales. La pregunta es inmediata: ¿Cuánto hace que dejaron de ser de izquierdas? ¿Cuánto hace que nos engañan? ¿Quién les pagaba antes? ¿Para quién trabajaban, desde hace cuánto? No pretendo, visto lo visto, que estos políticos, concejales, diputados, presidentes de instituciones, de comunidades, de lo que sea, se echen a la calle a pelearse con la policía;  no pretendo que acampen con los indignados (seguramente serían expulsados), ni que hagan huelgas de hambre.

 Pretendo que alguien que se llama socialista o socialdemócrata y que tenga  responsabilidad política tenga la dignidad de decir públicamente, bien alto, algo que suene crítico con lo que está pasando y que diga que sí hay alternativas y que esto es un robo; pretendo que alguno de entre las mujeres y los hombres que se llaman socialistas y que trabajan en la política se levante en su escaño y diga algo, pretendo que algún hombre o mujer  supuestamente socialista, vote que no, que alguien tenga la dignidad de dimitir y explicar que la izquierda está perdiendo la batalla; que lo digan públicamente, porque eso sería importante. Tengo entendido que en Grecia han dimitido dos diputados socialistas (visto lo visto son unos héroes). Todos los demás de entre los mal llamados socialistas han aprobado sin rechistar empobrecer a los griegos y destruir sus expectativas de vida; y además, lo peor, sin decir nada. Esa es la vergüenza, que no hay un solo político socialista resistente, disidente, crítico. Entre la clase política socialdemócrata no hay más que silencio, no hay otra cosa que complicidad con las imposiciones del capitalismo depredador que estamos sufriendo. Con razón los Indignados desprecian a los políticos, también a los que se llaman de izquierdas; la mayoría no merecen otra cosa: vergüenza e indignidad.



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