Publicado por El Plural el 16 de noviembre de 2013
Una junta de propietarios de Valencia acordó por mayoría negar autorización a unas obras que permitirían que un niño discapacitado pudiera hacer uso de la piscina comunitaria. No sé si en esa Junta de Propietarios son gentuza todos o sólo una parte; no sé cuántos apoyaban la realización de las obras (así que los que no votaran en contra que no se sientan aludidos), pero me temo que son los menos. El Tribunal Supremo acaba de dar la razón a los padres del menor sentenciando que la decisión de los vecinos fue abusiva e ilegal. No se puede decidir por mayoría no hacer obras que eliminen las barreras arquitectónicas que permitan a las personas con discapacidad llevar vidas mejores sólo porque a la gentuza no le de la gana hacerlas; afortunadamente hay varias leyes españolas y europeas, y varios convenios internacionales que ponen límites a la propiedad cuando se esgrime la propiedad en contra de los derechos de las personas con discapacidad.
Porque eso es lo que convierte a toda esa gente en gentuza, que no tenían ninguna razón para no hacer esas obras. Según el tribunal no se ha alegado ningún motivo ni valido ni no válido; no se ha alegado ningún motivo. Era una obra sencilla: se trataba de instalar una silla con anclaje sencillo o un elevador de esos que permiten saltarse las escaleras. El gasto lo asumían enteramente los padres del niño y este podría usar de la piscina comunitaria, que también es suya, como cualquier otro niño. Pero los vecinos dijeron que no. A mí me queda claro que no han alegado ningún motivo porque el verdadero motivo no se puede alegar en un tribunal: que no les gusta ver a un niño discapacitado en su piscina, con sus niños.
Algunos detalles nos permiten pensar que la familia de este puede tener un buen nivel de vida. La casa tiene piscina y los padres no han dudado en llevar la cuestión hasta el tribunal Supremo, y eso cuesta dinero. Lo malo es que hay miles de personas y miles de ancianos que no tienen esas posibilidades y a quienes sus respectivas comunidades de propietarios-gentuza- prohíben hacer las mínimas obras de adaptación necesarias para que estas personas puedan vivir. Yo conozco varios casos en los que no poner una rampa para una silla de ruedas ha supuesto que quien la necesita no pueda salir si no es con mucha ayuda y esfuerzo.
A mí misma de pequeña me echaron de una piscina pública, lo recuerdo como si fuera ayer. El director de la misma, en pleno franquismo, le dijo a mi padre que mi presencia molestaba a los otros niños. Hoy ya nadie se atreve a decir eso, pero la gentuza sigue siendo la misma. Si la justicia tuviera de verdad una intención rehabilitadora esta gentuza tendría que trabajar un tiempo subiendo y bajando personas que no pueden hacerlo por sí mismas por las escaleras.
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