El neoliberalismo no es sólo un sistema económico, es también un modo de subjetivación que nos lleva al narcisismo y, por eso, todos y todas, sin excepción queremos contar nuestra historia, aunque no le importe a nadie. Quizá por esta característica de este tiempo cada vez que algún cargo sale de la primera línea política, se va de Podemos o se retira de la política, escribe una carta pública explicando con mucho detalle qué le pasa. Si esa persona es de Podemos, entonces sabemos que dicha carta va a abrir informativos y va a estar en las redes varios días dando vueltas. Yo no soy una excepción y quiero escribir mi carta. Mi carta de por qué me quedo en Podemos que, bueno, no irá muy lejos. Pero aquí está.
Entré en Podemos hace 10 años y, desde entonces, puedo decir con cierto orgullo que han sido varias las direcciones que me han querido echar de aquí. He sido incómoda, me temo. He estado en desacuerdo con decisiones, he criticado, protestado y me he movido para alentar a la gente a trabajar por lo que yo creía que sería un Podemos mejor. Pero jamás he sido desleal públicamente y he sabido aceptar cuando he perdido, casi siempre. Pero cuando he perdido he seguido.
Curiosamente (o no) casi todos los que pusieron su empeño en conseguir que me marchara están ahora quejándose por las redes y los medios de que en Podemos no se respeta la democracia interna o que no se puede disentir. Algunos de ellos son de los que más se esforzaron en machacar, literalmente, los intentos que hacíamos algunas por construir un partido más democrático y participativo; la mayoría son recordados por comportarse como una apisonadora interna que se encargó de destrozar parte del tejido militante que es una de las riquezas de este partido. Uno de ellos, muy conocido, me dijo un día que no creía en la democracia interna, que era algo que siempre sobraba. Me lo dijo unos meses antes de clamar en diversos medios por la falta de democracia interna.
En este tiempo me he sentido cerca de algunos/as dirigentes y lejana de otros/as; el proyecto político no coincide casi nunca exactamente con lo que yo pienso pero es lo que más se ajusta a ello; tampoco se me hace mucho caso y he ido recortando mi participación interna pero…Un/a dirigente puede caerme fatal en lo personal y, aun así, tener razón en lo que dice; un partido no se hace sólo de sus dirigentes y, definitivamente, los partidos no se hacen para que yo me sienta cómoda ni para que todo el mundo se de cuenta de lo lista que soy. En realidad, pienso que los partidos son un invento del diablo y una trituradora de personas, pero no tenemos, por ahora, nada mejor y yo no estoy en uno o en otro dependiendo de que sus dirigentes me caigan mejor o peor, ni de que pueda ocupar unos cargos u otros.
Además, a pesar de que he estado siempre en un espacio más bien crítico, las personas que han votado a Podemos me han hecho diputada dos legislaturas. Decir que se me ha tratado mal sería espantosamente injusto. Algunos de los que ahora se quejan lo hacen porque no deben haber tenido bastante porque lo cierto es que muchos de ellos deben a Podemos, a los votos de la gente de Podemos, haber sido cargos públicos o haber estado en la dirección del partido. A algunas de las personas más críticas ahora se las llamó un día para que entraran directamente en una lista o en la dirección (todos los partidos lo hacen) Si la cosa no salió como esperaban o si perdieron en un proceso interno, al día siguiente ya estaban en la televisión buscando otro acomodo y hablando mal del partido que dirigían semanas antes y en el que todo les parecía bien. Un poquito de decencia. Voy a revelar un secreto que poca gente conoce: para estar en un partido político no hay que ser cargo del mismo y existe incluso la posibilidad de dejar de serlo y seguir siendo un militante más.
Los problemas internos más graves que ha tenido, y tiene Podemos no son especiales ni únicos, se deben a la falta de tiempo para consolidarse e institucionalizarse. Los comienzos son siempre convulsos; lo hemos visto en todos los partidos nuevos, es algo muy estudiado en la ciencia política, nada extraordinario. Ciudadanos no ha sobrevivido y Vox lleva el mismo camino. Pero Podemos, además de los problemas propios de su bisoñez como partido, ha sufrido esos “otros” problemas bien conocidos: la lucha encarnizada de todo un sistema por acabar con nosotros. Como consecuencia, el odio a Podemos se ha convertido en una identidad política además de, para algunos, en una profesión. Aníbal Malvar lo decía de manera mucho más bonita el otro día. Mucha gente sale por la mañana a cazar a la especie podemita, capaz de traer al mundo todos los males imaginables. Cuando leo en las redes los epítetos que gente de izquierdas le dedica a la militancia de Podemos me siento ante una especie de Capitán Haddock ubicuo y posmoderno: “alcornoques, bárbaros, majaderos, imbéciles, lepidópteros, ganapanes, gánsteres, giróscopos…”. Todos los males del mundo nos son atribuidos, el desastre vendrá por nuestra culpa.
Pero yo sólo he visto gente que lucha y de la que sentirse orgullosa. La gente que me encuentro cuando voy por los Círculos (que sí que existen) son las personas que me han acompañado toda la vida en mi transitar político, la que milita en cualquier circunstancia, la que lucha contra las injusticias y por construir un mundo mejor. Son las personas que dedican su tiempo y su energía a defender la sanidad y la educación pública, la vivienda, el medio ambiente, la redistribución económica, el feminismo y ahora los derechos del pueblo palestino. Somos mucha de la gente que ves en las manifestaciones, a quienes les caen encima las inicuas sanciones de la ley Mordaza que nos esforzamos en pagar entre todas. Son gente dolida y, sobre todo extrañada del odio que puede llegar a levantar este partido entre gente supuestamente cercana. Extrañada también de que lo que se ha hecho contra nuestra organización, desde el punto de vista democrático, no haya levantado más protestas. Algunas de las cosas son terribles, gravísimas y otras son pequeñeces antidemocráticas que ya no levantan ni sorpresa, como por ejemplo, que en los informativos se borre a Podemos Galicia o que algunos periodistas sostengan sin rubor que este partido no se presenta a las elecciones. Incluso parece que tenemos que estar contentos porque no nos han fusilado ni torturado como a los militantes del PCE durante el franquismo, aunque tengo que decir que en Podemos milita alguna de la gente que fue torturada en ese tiempo. En fin, sí, en todo caso estoy contenta. A mi edad y con lo cobardica que soy no tengo ni media bofetada. Si me pega un comisario canto hasta la marca del coche de Pablo Iglesias.
Es un milagro que Podemos haya llegado hasta aquí. Aquí vamos a seguir, pero somos conscientes de que esto es un instrumento. Si alguna vez terminan de matarlo, buscaremos otro sitio que, seguramente, concitará tanto odio como este porque nosotras no vamos a ser de las que se conforman. No tenemos remedio. Y lo sabemos, casi siempre se pierde, pero a veces se gana y, en todo caso, sin nosotras y nosotros no es posible ganar.
Algunos, cada día, se sienten legitimados para calificarnos como antropopitecos, que diría el capitán Haddock, pero yo más bien creo que los y las militantes de Podemos son la sal de la tierra.
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