Publicado en El Plural el 9 de marzo de 2012
Vaya semana que nos han dado entre la Academia y Gallardón. A estas alturas es difícil decir algo que no se haya dicho ya. Respecto a la Academia sigue pareciéndome increíble, pero es un clásico, que cuando se trata de sexismo cualquier tontería puede pasar por cosa seria. En ambos casos nos encontramos con algo también muy corriente: hombres opinando de mujeres, explicándonos, explicando cómo nos sentimos, cómo nos tenemos que sentir, lo que pensamos, lo que tenemos que hacer, cómo vivir, en fin nombrándonos. Yo les diría a todos estos que fueran callándose que ya hablamos nosotras.
Les guste o no a los académicos muchas de nosotras, cada vez
más, no nos sentimos incluidas cuando se dice “el hombre”, por la humanidad,
por ejemplo. Y no hay más que hablar ni tienen nada que decirnos: no nos
sentimos incluidas, y como no nos sentimos incluidas creamos nuevo lenguaje o
lo adaptamos a nuestras necesidades. Y como ahora hablamos en público, creamos
discurso, escribimos… pues cambiamos los usos del lenguaje. Así que de la misma
manera que Reverte nos llama “feminazis” (una palabra que no existe, pero que
él necesita utilizar para demostrar su altura moral y sus complejos), nosotras
hablamos y escribimos, y exigimos que se hable y se escriba, de manera
que nos sintamos incluidas y reconocidas y esto se acabará imponiendo;
simplemente porque ya no pueden vetarnos el acceso a la palabra.
Y quizá eso sea lo que subyace a esta polémica, que los
académicos no acaban de aceptar que ahora la lengua también la creamos
nosotras, porque hemos accedido al discurso público, al conocimiento, y que por
eso nombramos el mundo y decidimos también cómo queremos ser nombradas.
Cualquier colectivo que sale de una situación de opresión (negación del acceso
al discurso y al conocimiento, entre otras cosas) y se empodera, lo primero que
hace es decidir cómo quiere que se le nombre y desde ese momento participa en
la creación del lenguaje.
Perder la capacidad de nombrar en exclusiva es perder poder,
un poder muy importante; es perder un privilegio, y eso duele; por eso se
resisten tanto y por eso nos encontramos con personas muy inteligentes diciendo
enormes simplezas, como que tratar de mitigar el androcentrismo del lenguaje, o
volverlo más inclusivo, “es un disparate porque el lenguaje está para
entenderse”. Yo les diría que si han reparado en que si nos entendemos con el
lenguaje es porque el lenguaje describe la realidad que conocemos todos, pero
también todas. Porque si la realidad cambia, el lenguaje lo tendrá que hacer
también o, de lo contrario, no nos entenderemos. Y ese y no otro es el problema
final, que no se admite que lo que ha cambiado es la realidad y que ahora las
mujeres exigimos el poder que nos corresponde para definir,
nombrar, hablar, explicar, crear…entre otras cosas lenguaje.
Respecto a la cuestión del aborto, qué decir. Es una
perversión retorcer el lenguaje de los derechos para convertirlo en un lenguaje
de ausencia de derechos. La violencia estructural consiste en impedir el libre
ejercicio de los derechos reproductivos, en positivo o negativo. Los derechos
sexuales y reproductivos están codificados internacionalmente,
reconocidos por la OMS y la ONU y se pueden resumir en uno: libertad de las
mujeres para elegir, autodeterminarnos en las cuestiones sexuales y reproductivas.
Dentro de esto, tres grandes grupos de derechos. 1- Libertad para no ser
madres sin querer serlo: anticonceptivos, derecho al aborto, educación sexual…
2- Libertad sexual. En positivo: derechos de las personas homosexuales. En
negativo: castigo a lo que amenace a esa libertad: acoso sexual, violación,
violencia de género… 3- Libertad para poder ser madres en la medida en que cada
una quiera: guarderías públicas, horarios laborales razonables, multas más
duras contra las empresas que discriminen a las embarazadas, permisos
de maternidad y de paternidad iguales e instransferibles, viviendas
accesibles para las madres (o parejas) y sus hijos e hijas, sueldos dignos para
las mujeres, no precarización del trabajo femenino..en fin, Igualdad. Todos
ellos, todos, son derechos que el PP está dificultando, conculcando,
imposibilitando… con la reforma laboral, entre otras.
Los recortes del PP son recortes civilizatorios. Si alguien
creía que el objetivo era convertirnos en China sólo en las cuestiones
económicas salvaguardando los derechos humanos, civiles, democráticos, que se
vaya enterando. Posiblemente, claro, porque eso no es posible. Una ciudadanía
libre es más difícil de manejar y de oprimir. Y además, todos los derechos, los
económicos, los sociales, están entrelazados. Así que este es el plan: devolver
a España al grupo de los países más empobrecidos, menos libres, menos
democráticos, menos civilizados, más oscuros. De nosotras (y nosotros) depende.
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