¿CUARTOS OSCUROS PARA LESBIANAS?

Publicado en Mirales el 4 de mayo de 2011

El otro día leía en una revista lésbica el enésimo artículo de queja sobre la inexistencia de cuartos oscuros para lesbianas y me di cuenta de que aún no he hablado de eso en esta columna. Vaya por delante que no tengo ninguna idea preconcebida, sólo intuiciones. Es decir, no me importaría que existieran cuartos oscuros para lesbianas. Pero me pregunto si esa preocupación por el cuarto oscuro no será una fijación androcéntrica, es decir, que como es algo que les gusta a ellos nos tiene que gustar/preocupar/ocupar a nosotras.
Porque lo primero que habría que decir es que si nos gustaran los cuartos oscuros, ya habría alguno. Si nos gustaran sería negocio y alguien lo montaría. Sé que ha habido cuartos oscuros para lesbianas en otras ciudades: San Francisco, Ámsterdam, Nueva York… y no han tenido éxito. Pues será entonces que no gustan. ¿Por qué darle entonces más vueltas a la cuestión? Creo que es verdad que no nos gustan, pero creo también que eso no es definitivo porque, al fin y al cabo, una buena campaña de marketing podría hacer que fuéramos en masa. ¿No nos venden de todo? Suele decirse que es una cuestión cultural que a ellos les gusten y a nosotras no. Claro que es una cuestión cultural (el sexo es una cuestión cultural), pero que sea cultural no quiere decir que sea modificable, o siquiera que sea deseable modificarlo. Lo que erotizamos y lo que no, nuestras respuestas sexuales, todo eso es cultural. Dicho esto, creo que existe una dificultad casi fisiólogica, aunque también puede ser que esto sea exclusivamente una cuestión mía. Creo que, en general, las mujeres necesitamos más tiempo, y quizá otras circunstancias, para corrernos, si es que corrernos es el objetivo del asunto. Y no veo qué otro objetivo podría tener entrar en una habitación en la que una desconocida comienza a masturbarte. Creo que nuestras respuestas sexuales no son tan automáticas, tan exclusivamente físicas, ni tan rápidas como las de los hombres.

Que una desconocida me masturbe, sin seducción previa, sin nada, me pone los pelos de punta, aunque reconozco que en determinadas ocasiones podría erotizarme. En general, necesito tiempo. Mi mejor sexo nunca es la primera vez, ni la segunda, que me acuesto con una persona. Para la cuarta vez puede que esté en lo mejor. Creo que cada mujer es distinta, que hay que aprender un poco cada cuerpo y explicar un poco también el tuyo. Las respuestas sexuales de cada una son diferentes, lo que nos gusta y lo que no, lo que nos excita y lo que no. En eso, por lo que me cuentan mis amigos gays, ellos son más uniformes. Aunque, por supuesto, tienen también sus gustos o peculiaridades sexuales, digamos que ellos tienen casi todos “un básico” más sencillo. Yo no soporto que me toquen en sitios donde a mucha gente le gusta, y necesito toda una fase de seducción y excitación previa. No voy a decir de horas, caramba, pero un ratito sí. La verdad es que, y conociendo el paño, como se pongan de moda los cuartos oscuros la estadística de orgasmos fingidos experimentaría un crecimiento enorme, me temo. Pero todo esto es discutible.

Una vez fui a un cuarto oscuro en Ámsterdam. Era un lugar que se abrió sólo para una fiesta lésbica. Entré con mi pareja, con lo que el rollo anónimo estaba descartado; entré a ver. Me sorprendieron dos cosas: la primera es que las chicas entraban con amigas, como cuando de pequeñas íbamos al baño. Yo no me puedo imaginar entrar en un cuarto oscuro con amigas y enrollarme ahí con otra, delante de mis amigas, la verdad. Me costaría follar delante de mis amigas pero, vamos, a lo mejor esto es cuestión de acostumbrarme. Lo segundo que me sorprendió fueron las risas. Las chicas se morían de risa por los rincones, yo no sé si de puro goce, de puro nervio, o simplemente porque la cosa era graciosa. Se escuchaban risas por todas partes.

El otro día en una cena con amigos les pregunté si en los cuartos oscuros gays la gente ser ríe. Me miraron como si estuviera loca; me dijeron que por supuesto que no, que un cuarto oscuro es una cosa muy seria. Entonces salió un tema muy interesante. Según me dijeron, para los hombres el sexo está reñido con el humor. Yo dije que para nosotras no. Yo muchas veces me río antes, durante y después del sexo. Soy feliz y me río. Mi amigo Alejandro me contó que los hombres no pueden reírse porque están demasiado concentrados en su erección y que para ellos, esa necesidad de “cumplir”, de mantener la erección a toda costa (al menos delante de desconocidos) es algo casi trágico, una hazaña, algo épico, dijo. Y claro, no te ríes en medio de una hazaña épica. No se ríen nada.

En fin, vistas así las cosas, podemos darle la vuelta al argumento y llegar a la conclusión de que ellos van a los cuartos oscuros y no disfruten tanto como creemos; y nosotras nos lo montamos en habitaciones normales pero nos lo pasamos mejor. ¿O no? Pues no lo sé.



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