Publicado en Mirales el 4 de mayo de 2011
Que una desconocida me masturbe, sin seducción previa, sin nada, me pone los pelos de punta, aunque reconozco que en determinadas ocasiones podría erotizarme. En general, necesito tiempo. Mi mejor sexo nunca es la primera vez, ni la segunda, que me acuesto con una persona. Para la cuarta vez puede que esté en lo mejor. Creo que cada mujer es distinta, que hay que aprender un poco cada cuerpo y explicar un poco también el tuyo. Las respuestas sexuales de cada una son diferentes, lo que nos gusta y lo que no, lo que nos excita y lo que no. En eso, por lo que me cuentan mis amigos gays, ellos son más uniformes. Aunque, por supuesto, tienen también sus gustos o peculiaridades sexuales, digamos que ellos tienen casi todos “un básico” más sencillo. Yo no soporto que me toquen en sitios donde a mucha gente le gusta, y necesito toda una fase de seducción y excitación previa. No voy a decir de horas, caramba, pero un ratito sí. La verdad es que, y conociendo el paño, como se pongan de moda los cuartos oscuros la estadística de orgasmos fingidos experimentaría un crecimiento enorme, me temo. Pero todo esto es discutible.
Una vez fui a un cuarto oscuro en Ámsterdam. Era un lugar que se abrió sólo para una fiesta lésbica. Entré con mi pareja, con lo que el rollo anónimo estaba descartado; entré a ver. Me sorprendieron dos cosas: la primera es que las chicas entraban con amigas, como cuando de pequeñas íbamos al baño. Yo no me puedo imaginar entrar en un cuarto oscuro con amigas y enrollarme ahí con otra, delante de mis amigas, la verdad. Me costaría follar delante de mis amigas pero, vamos, a lo mejor esto es cuestión de acostumbrarme. Lo segundo que me sorprendió fueron las risas. Las chicas se morían de risa por los rincones, yo no sé si de puro goce, de puro nervio, o simplemente porque la cosa era graciosa. Se escuchaban risas por todas partes.
El otro día en una cena con amigos les pregunté si en los cuartos oscuros gays la gente ser ríe. Me miraron como si estuviera loca; me dijeron que por supuesto que no, que un cuarto oscuro es una cosa muy seria. Entonces salió un tema muy interesante. Según me dijeron, para los hombres el sexo está reñido con el humor. Yo dije que para nosotras no. Yo muchas veces me río antes, durante y después del sexo. Soy feliz y me río. Mi amigo Alejandro me contó que los hombres no pueden reírse porque están demasiado concentrados en su erección y que para ellos, esa necesidad de “cumplir”, de mantener la erección a toda costa (al menos delante de desconocidos) es algo casi trágico, una hazaña, algo épico, dijo. Y claro, no te ríes en medio de una hazaña épica. No se ríen nada.
En fin, vistas así las cosas, podemos darle la vuelta al argumento y llegar a la conclusión de que ellos van a los cuartos oscuros y no disfruten tanto como creemos; y nosotras nos lo montamos en habitaciones normales pero nos lo pasamos mejor. ¿O no? Pues no lo sé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario