Publicado el 14 de septiembre de 2012
Los libros son muy importantes en mi vida. No sólo por los que leo o que he leído, sino por los libros mismos como objeto. Las paredes de todas mis casas, de mis casas de niña, con mis padres, o de mis casas de adulta, están llenas de libros. No digo que sea fácil, las mudanzas son terribles, pero son parte de mi vida. Como he dicho a menudo, de los libros me gusta todo: leerlos claro, pero también verlos, olerlos, tocarlos, y me gusta que me llenan las paredes. Una vez escribí un post en mi otro blog sobre los libros blog en los que incluí algunas fotografías de la casa de mi padre pero si fotografiara la casa de mi madre sería muy parecido. En cuanto a mi casa, estáa llena de libros pero, desgraciadamente, los pisos de ahora (los que podemos permitirnos la gente normal) no permiten acumular libros así que los míos están desperdigados. La literatura está en casa de Boti, el feminismo lo tengo yo, y mis libros juveniles (literatura y ensayos políticos) los tiene mi madre. Mis biblias y libros sobre la Biblia los tengo en mi casa de La Granja. En cuanto veo una pared libre en cualquier casa siempre pienso cómo quedaría llena de libros.
Así que no me gusta nada el libro electrónico porque obvia que el libro, además de ser lectura, es un objeto bello. Desde el principio pensé que el libro electrónico puede servir para leer esos libros que vas a tirar como best sellers o libros muy malos y feos (que los hay) pero que leer un buen libro en una pantalla es como cocinar una paella en una olla express. Porque los libros, además, yo los leo haciendo multitud de anotaciones. No hay libro que pase por mis manos que quede indemne. Los subrayo, anoto cosas al margen, dibujo líneas, círculos, flechas…Se me ha dicho a veces que los libros electrónicos vienen con programas que permiten hacer eso pero es obvio que no puede ser tan fácil como manejar un lapiz; podrán escribirse algunas notas pero estoy segura de que no mis notas.
Y ya, por si fuera poca mi aversión al libro electrónico, me acabo de enterar de que los libros electrónicos acumulados no pueden dejarse a nadie en herencia ni pueden regalarse y que además la empresa que sea puede entrar en tu aparato electrónico y borrar tu libro, con sus notas, con lo que tengas. Me parece una pesadilla. Yo tengo libros de mis abuelos, con sus nombres, con sus anotaciones, con lo que ellos escribieron en esas páginas. Y tendré al menos una parte de los libros de mis padres. ¿No puede dejarle a mi hijo la biblioteca familiar que es nuestro mayor bien? Mucha gente me habla del precio de los libros y de que los libros electrónicos son mucho más baratos, pero poca gente compra los libros usados. No lo entiendo, un libro usado es un tesoro y aun más barato que uno electrónico que ni sabe, ni huele, ni se puede tocar. Cualquier libro se puede encontrar usado por un precio irrisorio incluido el porte hasta tu casa.
En fin, no sé si el libro electrónico es inevitable, y puede que me sienta un poco obsoleta y mayor pero creo que no es posible que te gusten los libros y te pueda gustar ese maldito aparato que, por otra parte, sí me pienso comprar para leer algunas novelas policiacas de esas que leo cuando voy en autobús o en avión durante horas y que tiro al llegar al destino, así no tendrá Amazon que introducirse en mi Kinddle y llevársela. Se la devuelvo. No me gusta, que conste, esa sensación de ser como una abuela que reniega de la técnica. Ya me veo como en Fahrenheit 451, agarradita a mis libros de papel, a mí que no me den pantallas.
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