Publicado en El Plural el 21 de junio de 2011
El deporte refuerza la construcción de las masculinidades tradicionales pero ha sido siempre, desde que las mujeres comenzaron a practicarlo en el siglo XIX una actividad que se opone a la feminidad tradicional y hegemónica; de ahí posiblemente su invisibilidad y escasa promoción. Lo que es nuevo, muy grave y se enmarca en la reacción antifeminista que estamos viviendo es que ahora el deporte femenino pretenda utilizarse también para reforzar el papel social y sexual tradicional de las mujeres. Lo que es intolerable es que se pretenda también convertir a las deportistas en objetos sexuales para consumo masculino.
Si hacemos referencia a los medios, nos encontramos con que la televisión pública, que se supone que es de todas y todos, es mucho menos de todas cuando de deporte se trata y no informa de nada, o de caso nada, que tenga que ver con las deportistas. Los medios impresos, por supuesto, tampoco tienen espacio de ningún tipo para el deporte femenino, ni sus competiciones, ni sus éxitos. A estas alturas ya sabemos que los deportes que gustan son los que se fomentan en los medios y que no es tanto lo que nos gusta como lo que se nos hace ver y lo que termina por gustarnos. Más allá del futbol, masivo desde hace décadas, otros deportes han acabado siendo masivos sólo porque nos los meten por los ojos a todas horas, porque hay mucho dinero en juego y es necesario que nos acaben gustando; caso del automovilismo, por ejemplo, o el motociclismo. Si el deporte femenino tuviera el mismo reflejo en los medios que el masculino, gustaría igual que este. Que los medios privados que se alimentan de la publicidad no van a imponer una igualdad que no les sea económicamente rentable ya lo imaginamos, pero el trato que los medios públicos dan al deporte femenino debería ser objeto de la política feminista institucional.
Pero, además de esto, la Secretaría de Estado de Igualdad debería hacer algo con respecto a las federaciones deportivas que algo dependen de la Secretaría de Estado para el Deporte…es decir, del gobierno. El trato que estas federaciones dan al deporte femenino es indignante y degradante para las deportistas y las aficionadas también. Cualquier deporte, por minoritario que sea, si tiene sección masculina y femenina, ya sabemos que el dinero se lo va a llevar la masculina, incluso aunque la femenina obtenga mejores resultados. La federación va a escatimar siempre en dinero, medios, tiempo, apoyo…al deporte femenino en relación al masculino y, repito, eso va a ser así, incluso aunque los resultados deportivos de las mujeres sean mejores. Eso por no hablar del número de directivas en la propia federación. ¿Aquí no se lucha por la paridad? ¿No aplica la ley de Igualdad? ¡Es precisamente en este ámbito tan machista en donde hay que esforzarse para visibilizar a las mujeres!
Por si fuera poco, ahora la FIBA, la Federación Internacional de Baloncesto, ha decidido cambiar la indumentaria deportiva de las mujeres, no para que estén más cómodas, sino para que estén más sexys. Sexys para el público masculino heterosexual, se supone. La Federación Española de Baloncesto no ha dicho gran cosa respecto a esta decisión que vulnera nuestras leyes en materia de Igualdad. La Federación Española de Baloncesto debería haber elevado su protesta y su negativa a asumir dichas normas degradantes y hacerlo, además, apoyada por el gobierno y los tribunales. Si es discriminatorio obligar a una enfermera a que use falda por ser mujer ¿Cómo no va a serlo obligar a una deportista a llevar ropa ajustada? Lo más triste del asunto es que la más feroz oposición a esta norma de la FIBA no se ha hecho en nombre de la igualdad, sino en nombre de la desigualdad y el fundamentalismo religioso; la he tenido que hacer una jugadora judía ortodoxa que no quiere mostrar los hombros. Penoso todo.
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