Abril 2002. Foro alternativo sobre el envejecimiento. Mesa Redonda.
Al empezar una ponencia sobre cualquier sector de la población: gays y lesbianas, ancianos, discapacitados, niños, o personas de una u otra raza, suele comenzarse dando cifras. A cuántas personas nos estamos refiriendo. Utilizando cifras que han venido apareciendo estos días en la prensa, dentro de 25 años seremos 2000 millones de personas mayores en todo el planeta. Nosotros sabemos que más o menos 200 millones de ellos serán gays o lesbianas. 200 millones de personas que compartirán con sus pares de edad los mismos problemas y preocupaciones que se van a debatir ampliamente en este foro alternativo y en el oficial y que por tanto no vamos a repetir. Pero personas también que van a encontrarse con que, por una parte, estos problemas se van a ver agravados debido a su orientación sexual y por otra, con problemas y dificultades que les son propios.
Tengan o no tengan los ancianos influencia social y política (que eso es objeto del debate general) lo que es evidente es que los ancianos sí atraen el interés de los investigadores. No hay más que ver el ingente número de estudios que se han publicado sobre el tema de la vejez desde casi todas las perspectivas posibles, incluida la sexualidad, que es precisamente el tema de esta mesa. Casi todas menos una: vejez y orientación sexual. En España no hay publicado ningún estudio sobre este asunto, sí en EE.UU., pero casi siempre estos estudios los realizan los propios colectivos de gays y lesbianas, con lo que su eficacia y publicidad es limitada. Nos encontramos con un sector de la población anciana absolutamente invisible. Y esta invisibilidad es especialmente grave si tenemos en cuenta que la orientación sexual homosexual, o la identidad transexual, en la vejez es un factor que condiciona como ningún otro la calidad de vida de los ancianos; que va a afectar a su salud física y mental.
En esta invisibilidad confluyen diversos prejuicios que, juntos, conforman un cóctel difícil de soportar para estas personas. Unos son prejuicios que la sociedad heterosexual tiene respecto a gays lesbianas, y transexuales y otros son prejuicios que se tienen respecto a la misma ancianidad. Por una parte, existe el prejuicio general, que las personas GLBT experimentamos todos los días, que asimila orientación sexual con sexualidad exclusivamente, y por otra parte funciona el prejuicio que niega a los ancianos su sexualidad; así es imaginable imaginar a un joven gay, pero con los años esa misma persona pasa a ser simplemente un viejo. Nosotros siempre decimos que la homosexualidad no es sólo una práctica sexual. Es una orientación general de la persona, es una orientación afectivo sexual, una manera de ser, de comportarse; en el caso de las personas trans esto es así clarísimamente. Como a los ancianos se les supone sin sexualidad, en esa edad su orientación sexual desaparece, pasa a ser un dato irrelevante y sólo persiste la figura del viejo pederasta, una de las figuras más denigradas de la cultura. Los ancianos GLBT son víctimas de una doble, triple visión: por una parte se les supone sin sexo, en cuyo caso cualquier indicación de que sean sexualmente activos será repugnante, prohibida y estigmatizada; por otra al suponérseles sin sexo se "borra" de ellos la homosexualidad, no se entiende que este dato sea relevante o que tengan una serie de problemas o de demandas específicas; y por último en el imaginario cultural heterosexual persiste la imagen de los homosexuales como seres especialmente voraces sexualmente, especialmente con niños y jóvenes. Todas estas visiones estigmatizantes encubren la realidad.
Este tema es muy complejo entre otras cosas porque estamos hablando de tres problemas distintos que, a falta de espacio, hay que meter en el mismo saco, pero dejando claro que son situaciones muy diferentes unas de otras. La situación de gays, lesbianas y transexuales es a veces muy distinta; abordamos situaciones vitales diferentes, discriminaciones diferentes, situaciones familiares, económicas etc., muy distintas. Compartimos una discriminación legal, y en el caso de las personas transexuales ni siquiera eso, a que su discriminación es más social que legal.
En todo caso la situación con la que nos encontramos al llegar a la vejez es la de personas que no suelen contar con redes familiares de ayuda y todos sabemos la importancia de las familias en el cuidado o en el apoyo a las personas ancianas. Gays y transexuales no suelen tener hijos o no en la misma medida que las personas heterosexuales. (Las lesbianas sí) con lo que esa fuente de cuidado o atención o ayuda económica desaparece. Pero no son sólo los hijos, sino que la ausencia familiar es más grande. Muchos gays, lesbianas y transexuales se han visto obligados, desde muy jóvenes, a romper con sus familias de origen a causa de que su orientación sexual no ha sido aceptada por aquella. Hermanos, primos, sobrinos etc. no quieren saber nada de sus parientes GLBT y especialmente en el caso de las personas transexuales. No tanto en el de los gays, aunque es bastante corriente esa situación y menos en el de las lesbianas. También se han visto obligados a salir de su lugar de nacimiento. Muchas veces estamos hablando de personas sin familia de origen. Claro que nosotros formamos familias y redes de amistades que sustituyen a la familia de origen, pero también es cierto que estas personas suelen ser de nuestra misma edad, con lo que, a la hora de la vejez, no disponemos de personas jóvenes. Por lo tanto, el porcentaje de GLBT que pueden tener que necesitar de servicios de asistencia o ayuda del estado, puede ser superior al de heterosexuales. Pero nada de los servicios, malos o buenos, que se ofrecen a la población mayor está preparado para acoger a los ancianos GLBT
El heterosexismo dominante, es decir presuponer que toda persona es heterosexual y no preparar nada para un sector de la población que no lo es y que tiene unas demandas, unas necesidades específicas, va a tener graves consecuencias en la salud de los ancianos, y en su bienestar físico y mental.
Por una parte, estas personas (y más los ancianos de ahora, que vivieron su juventud en el franquismo) padecen un auto ocultamiento debido al miedo al maltrato, a la discriminación, al estigma… que les van a aislar, que va a hacer que no requieran de determinados servicios que podrían necesitar, que no cuenten al médico determinadas cosas que piensan que podría delatarles, y que puede ponerles en riesgo de muerte.
Imaginemos una persona transexual. Estas personas, debido a que en su juventud el cambio de sexo era ilegal (y en la actualidad no es ilegal, pero es muy complicado) lo hicieron automedicándose, lo cual ha dejado en muchos de ellos graves problemas físicos. Necesitan mucha atención médica. Pero nos encontramos con que estas personas no van a acudir a los médicos, ni a los hospitales, debido al miedo que tienen al maltrato físico o mental, a las humillaciones y a las imposiciones. Y esto es algo que sabemos que va a pasar. Estas personas pueden ser incluso, cuando son más vulnerables, obligadas a adoptar, ahora en la vejez, lo que no han hecho nunca, un rol social que no sea con el que han vivido y quieren vivir. Eso ha pasado recientemente en un hospital de Gran Bretaña con una persona transexual que al ser internada en un hospital fue obligada a vestirse y asumir un rol masculino, cuando toda su vida giraba en torno a una identidad femenina. Esta persona tuvo que acudir a los tribunales, con todo el desgaste que eso conlleva para que le fueran aplicados unos derechos que la ley le reconoce.
En cuanto a la atención médica, lo mismo podríamos decir de gays y lesbianas, pues ambos padecemos problemas de salud específicos y, en cambio, no padecemos otros. La ignorancia por parte de médicos o de hospitales de esta posibilidad nos deja en la necesidad de “salir del armario” de repente en la vejez ante un personal no preparado para ello. En el caso de las lesbianas esto es especialmente sangrante pues muchos de los problemas de salud de las mujeres tienen que ver con los ginecólogos y se sabe, por estudios de EE.UU., que las lesbianas vamos poquísimo al ginecólogo ya que estos presumen siempre que su paciente es heterosexual, lo que nos deja desasistidas clínicamente en muchas ocasiones. Muchas enfermedades de los gays pueden tener que ver también con su orientación sexual: determinados tipos de cánceres afectan más a gays y lesbianas que al resto de la población. Del VIH sida, debido al aumento de la esperanza de vida, ahora nos estamos encontrando con ancianos gays con VIH, contagiados en los primeros tiempos de la epidemia. Se asume que los contagiados o los enfermos son jóvenes. No hay campañas de prevención, no hay tratamientos específicos, y ante los servicios sociales gay, viejo y con sida supone una estigmatización completa.
La salud mental es otro asunto. En muchas ocasiones las posibilidades de mejora ante una enfermedad mental pasan porque el paciente sea sincero con su médico. Ante su médico, ante sus compañeros de terapia…pero nos encontramos con que en los medios que se ocupan de la salud mental hasta hace muy poco se ha asimilado homosexualidad con enfermedad mental, y quedan restos de esa concepción. Ante ancianos enfermos mentalmente que manifiesten homosexualidad puede existir una tendencia en determinados sectores a querer "curar" de la homosexualidad como si ese fuese el problema. El paciente empeorará en lugar de mejorar y su calidad de vida será miserable, sus derechos pisoteados…
Eso si hablamos de la asistencia médica, pero aún peor es la situación de los servicios sociales, donde ni el personal médico de nuevo, ni el auxiliar, ni los voluntarios, han recibido nunca la más mínima indicación de que las personas a las que tratan pueden ser GLBT y que merecen el mismo respeto que las demás. Una residencia de ancianos es un lugar muy inhóspito para las personas GLBT. Primero por los demás residentes; gentes de mucha edad, aferrados a prejuicios homófonos y no dispuestos a aceptar a un compañero gay o transexual. Imaginen a una pareja gay en una residencia de ancianos, pueden ser pareja, pueden querer vivir juntos, puede que los amigos que vengan a verlos sean gays y se les note, o puede que quieran que alguno de estos amigos se quede a dormir. No hay más que explicar esta situación para que todo el mundo comprenda cómo sería la situación. El hecho de que no conozcamos ningún caso, demuestra hasta qué punto están ocultas esas personas. Una persona transexual lo mismo. O puede que una persona transexual esté en una residencia y necesite que la laven, por ejemplo, y que el enfermero o cuidador descubra que su sexo biológico no coincide con su rol social. La situación puede ser terrible para unas personas que no tienen en la mayoría de los casos familiares que les defiendan, ni gozan del beneplácito social, ni tienen otro sitio al que ir.
Y hay que tener en cuenta, además, que muchas de las residencias de ancianos están gestionadas por la iglesia, que es una de las instituciones más homófobas que existen. Ante la hostilidad, ante el dolor que puede suponer para nosotros los últimos años, en EE.UU. ya hay varias residencias sólo para personas GLBT (Massachussets y Florida) han dado fondos para la creación de estas residencias. En España hace unos días salió en la prensa que la representante de una asociación almeriense de transexuales pedía que se creara una de estas residencias para las personas transexuales sin recursos. El delegado provincial de Asuntos Sociales de la Junta de Andalucía, Luis López, salió inmediatamente diciendo que tal petición le parecía “una barbaridad” porque sería crear un gueto y una situación de autoexclusión. Estas declaraciones, que puede que sean políticamente correctas muestran, sin embargo, una tremenda ignorancia e incluso, en su voluntad de “no saber”, implican casi crueldad. Las personas transexuales ancianas sin recursos no se autoexcluyen simplemente se las excluye absolutamente de los servicios sociales.
Y todo esto podría decirse de los voluntarios que atienden o ayudan o simplemente acompañan a los ancianos en sus casas; éstos cada vez dependen más de ONGs. Puede que al llegar a una casa en la que haya una pareja que duerme en la misma cama, o que tengan una determinada decoración, o que se muestren como pareja, puede que el voluntario no quiera seguir prestando esos servicios. De hecho, en las asociaciones, teniendo en cuenta que es ahora cuando está llegando a la vejez la primera generación de gays, lesbianas y transexuales (porque recordemos que antes no existían) nos estamos planteando proporcionar servicios de ayuda a los ancianos GLBT. Al final seremos las asociaciones las que tengamos que cubrir con nuestro trabajo voluntario y siempre sin ninguna ayuda del estado ni de ninguna institución, estos servicios. Recordemos que ya lo hicimos cuando comenzó la crisis del sida y el estado se desentendió del tema, que tuvimos que cubrir ese vacío. Claro que lo ideal sería la integración por la vía del reconocimiento y protección de los derechos de estas personas, pero estamos a años luz de que algo así se pueda producir.
Yo creo que en este momento la labor de las asociaciones es luchar por que la administración introduzca programas, protocolos, que preparen a los cuidadores, al personal sanitario, auxiliar e incluso administrativo de los hospitales, de las residencias, a todas las personas que estén en contacto con los ancianos, en el sentido de que el derecho constitucional de las personas a vivir como quieran su orientación sexual o identidad de género no desaparece porque sean ancianos. Que exista la posibilidad para estas personas de optar por un servicio u otro, que la orientación sexual no sea un dato irrelevante, que se tenga en cuenta a la hora de mandar o de ofrecer a una persona una residencia u otra, que las instituciones confesionales no sean la única opción que les quede a unos ciudadanos que viven en un país aconfesional, Y tenemos que ofrecer programas, cursillos e información para que estas personas no den por supuesto que todo el mundo es heterosexual y para que sepan como atender a las personas GLBT y también para combatir entre ellos los prejuicios que existen sobre nosotros.
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