RECONQUISTAR LAS CIUDADADES PARA RECONQUISTAR LA VIDA

Publicado el 27 de mayo de 2023


Dijo Rita Segato en el último encuentro feminista celebrado en Madrid que para ver qué es lo verdaderamente importante hay que fijarse en aquellas cuestiones a las que los poderosos, los dueños, como dice ella, dedican esfuerzos que,  aparentemente, no tienen relación con su ocupación principal: ganar dinero y poder.

Se refería a cosas que hacen, a cuestiones que les ocupan y que parecerían casi inexplicables por su nimiedad. Por ejemplo, dijo Segato, ¿Qué le importa a un petrolero multimillonario, que lo tiene todo, que una mujer pobre, que vive a miles de kilómetros, pueda salvar su vida accediendo a un aborto seguro? Pues le importa. Le importa y por eso dedica mucho dinero a impedir que se aprueben leyes que garanticen abortos seguros a las mujeres pobres. Le importa porque la posibilidad de mantener a esa mujer en esa situación de absoluta subalternidad ayuda a mantener un sistema de desigualdad que es patriarcal, pero que es también económico y de clase. Cualquier fisura, si se hace muy grande, puede acabar abriendo grietas y las grietas…nunca se sabe cómo pueden llegar a ser de anchas. Los dueños tienen miedo a las grietas y procuran taponarlas antes de que se agranden.

Esta idea, a la que no solemos dar demasiada importancia, explica muchas de las políticas municipales de derechas; algunas de las que nos son más complicadas de explicar. Entendemos que se privaticen los polideportivos (es dinero, negocios, regalos a amigos) pero…¿por qué acabar con un cine comunitario en un barrio que no parece molestar a nadie? ¿por qué llenar de asfalto una plaza antes llena de árboles en donde jugaban los niños y niñas de una barriada? ¿Por qué hacerlo todo más feo, más incómodo? ¿Ser de derechas significa tener mal gusto? ¿No sería mejor plantar árboles en Usera mientras robas la sanidad pública? ¿no estarían así las vecinas más contentas? Pues no, para los dueños es importante no sólo robar la sanidad o los servicios públicos, sino crear las condiciones en las que sea difícil para la gente recuperarlos. Por ello, se busca crear un paisaje que haga imposible cualquier posibilidad de que los vecinos construyan vínculos entre ellos, que se vean, que charlen a la sombra viendo una película, que se sienten en un banco a ver jugar a sus niños y niñas. Se trata de impedir que crezca lo comunitario, lo amable, lo gratuito, lo que permite vivir sin gastar, se trata de que no crezca la vida buena ni siquiera un ratito al atardecer; se trata de que todo cueste dinero y que lo que sea barato lo demuestre en su fealdad. Para los “dueños”, cualquier cosa que no genere alienación, aislamiento, desafección social, separación, es negativa; combaten lo que genera bienestar, vínculo, belleza, pensamiento. Una comunidad cohesionada, vinculada, con espacios comunes para hablar o compartir; una comunidad capaz de generar ilusiones es siempre un peligro para los poderosos. De ahí que odien cualquier alternativa de ocio comunitario que se monten los vecinos por su cuenta, de ahí que arranquen la yerba y los árboles, para mandar a la gente a su casa o al centro comercial. De ahí que se esfuercen, Almeida o Gallardón son ejemplos puros, en matar lo que da vida y frescor en las ciudades. Porque ellos viven en lugares con árboles y jardines pero a nosotros nos encierran en cemento o, en su defecto, en las afueras, en los famosos adosados con jardín que nos aíslan de cualquier vida en común.   

No aman su ciudad, sólo aman sus negocios y la posibilidad de hacer más dinero. A costa de la gente, de lo que sea, de nuestra salud, nuestros barrios, nuestros ocios, nuestras familias. Un alcalde o alcaldesa de derechas convertirá nuestras ciudades en parques temáticos de pago en donde sólo podrán vivir los turistas y los ricos. Los demás serán (seremos) expulsados a un espacio sin alma, sin pasado, en donde construir comunidad se hará difícil cuando no imposible. Tenemos este domingo la posibilidad de recuperar nuestras ciudades y comenzar o continuar un camino que suponga construir lugares para vivir y gozar, y no sólo lugares para trabajar y dormir. Y si conseguimos hacernos dueños de espacios en los que poder ser más felices, también seremos más activos y rebeldes. Las ciudades son nuestra casa, pero también son parte de nuestra alma. Vota para que no nos la roben.

 


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