Publicado en El Plural el 27 de julio de 2011
Después del atentado de Oslo un líder musulmán ha dicho algo que hasta ahora era un tabú: ha relacionado el antisemitismo con la islamofobia que asola Europa. No llegó a decir que los musulmanes son los nuevos judíos pero yo sí lo digo. Admito que puede ser una comparación exagerada; es cierto y lo es en dos sentidos. El primero es que antes de la llamada “solución final”, es decir, antes del Holocausto, los judíos habían sufrido siglos de persecución y muerte. Lo es también en el número de muertes y en el sufrimiento padecido. El antisemitismo produjo un crimen de tal magnitud que es casi inconmensurable. Pero la comparación no está tan descaminada en tanto en cuanto que los musulmanes se han convertido en los Otros de los europeos, huérfanos desde la II Guerra Mundial de un extranjero sobre el que verter los fantasmas de intolerancia y del miedo al diferente que habitan en los seres humanos y que deben ser permanentemente combatidos desde la política, los medios, la educación, y la democracia y las libertades públicas.
Por el contrario, esos fantasmas están ahora encontrando el peor de los caldos de cultivo posibles, una crisis que se está resolviendo de manera injusta y que alienta el peor de los populismos, el cuasi fascismo de la extrema derecha que en toda Europa busca llegar al poder difundiendo, exacerbando y culpabilizando después a ese falso enemigo. El odio al extranjero, al Otro, se ha hecho cuerpo en la desconfianza hacia los musulmanes y lo hace alentados por los de siempre: los que pretenden sacar réditos políticos y los que son fanáticos e intolerantes ellos mismos. Y se extiende sin que se le haya puesto ningún freno. El freno que sin embargo sí ponemos ahora frente al antisemitismo como si cometido el enorme crimen contra los judíos ahora la intolerancia pudiera volverse contra otros, como si los controles frente a la intolerancia que termina por ser criminal sólo se activaran frente al antisemistismo; los judíos ya pagaron y el antisemitismo se ha incluso prohibido legalmente. Ahora los musulmanes son los malos, son los antidemócratas, los machistas, los incultos, los que no valoran suficientemente las ventajas de la sociedad occidental. Los que no merecen disfrutar de esas ventajas.
Pero no sólo la extrema derecha alienta la islamofobia. Personas de izquierdas o personas por lo demás nada fanáticas ni intolerantes incurren (o incurrimos) en intolerancia y xenofobia cuando se trata de los musulmanes. El problema no es criticar lo que de machista tenga la cultura o musulmana o sus costumbres, sino a toda la cultura musulmana como si la nuestra no fuera machista, y no distinguir, como muchas veces se hace, entre costumbres diferentes y costumbres intolerables. El problema no es criticar las dictaduras de los países musulmanes, sino criticarla de lejos, como si no fuera la propia ciudadanía de esos países la que la sufre; como si fuera algo que casi les es consustancial. Y criticar a esos países sin volcarnos en apoyar el ansia de libertad y de justicia por la que están muriendo los egipcios, los sirios, los libios. El problema es que llevamos demasiado tiempo viendo cómo nuestros gobiernos apoyan a esas dictaduras que masacran a sus pueblos o que discriminan a sus mujeres sin que se nos mueva un pelo.
Después de un crimen que nos ha dejado sin palabras resultaba repugnante al día siguiente ver cómo algunos periódicos se esforzaban en “salvar” las ideas del asesino, más allá de sus actos. El Mundo decía claramente que hay que tener cuidado con no criminalizar las ideas que impulsaron al asesino, por no hablar de los demás panfletos ultraderechistas como La Razón o La Gaceta. El tipo se ha pasado, sí, pero las razones no están desencaminadas, algo así. Vomitivo. Las razones del asesino son razones que incitan a la violencia y al crimen, ¿a qué si no?
Si un musulmán fanático comete un crimen contra no musulmanes inmediatamente es un terrorista y una muestra de que todos los musulmanes nos amenazan. Si un europeo comete un crimen terrible (es difícil encontrar algo peor que matar uno a uno, como conejos, a chicos y chicas adolescentes, viéndoles la cara, escuchando sus súplicas) no es un terrorista de ultraderecha, un terrorista xenófobo, cuyas ideas nos amenazan de igual manera (a la vista está) sino un loco que ha encaminado mal ideas que otros defienden claramente sin necesidad de matar a nadie (todavía). Siempre hay un todavía. Cuando se defienden, mantienen y difunden ideas de odio éste terminará tomando cuerpo. No hay otra salida para el odio que más odio.
Esas ideas fanáticas se han hecho programas políticos sin que nadie las pare. Se han hecho artículos, editoriales, opiniones que expresan abiertamente esto mismo sin que se tomen medidas para atajarlas o no se tomen las suficientes, a la vista está. Los gobiernos colaboran de manera sutil tomando medidas contra gitanos, rumanos, musulmanes, extranjeros y en muchas ocasiones esperan, también sutilmente, que estas medidas distraigan a la opinión pública de sus propias deficiencias. Al mismo tiempo la educación en valores de igualdad, democráticos y cívicos sigue sin poder ser una realidad.
¿Qué hay que esperar que pase para que la democracia se proteja y nos proteja del odio y del fanatismo que por su propia naturaleza amenaza la libertad de todos y todas y la misma democracia? ¿O acaso depende del número de muertos que tal odio haya producido? Espero que no.
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