DIRIGENTES DE LA CLASE DIRIGENTE

Publicado en el Plural el 7 de diciembre de 2011

 

¿No es extraño que el Presidente del Gobierno del PSOE diga una cosa y el jefe de su propio partido diga otra? ¿A nadie le parece raro? Parece que no, que ya todos aceptamos que ser Presidente de gobierno es convertirse automáticamente en dirigente de la clase dirigente. Cuando se está en la oposición, en cambio, se puede hacer como que la ciudadanía común te importa. Estoy segura de que en su fuero interno, pero ni siquiera muy interno, si  Zapatero pudiera decir a quién prefiere como presidente de gobierno diría que Rajoy le parece muy bien. Ambos están de acuerdo en todo, mientras que Rubalcaba dice otras cosas que tampoco se le ocurrían cuando era ministro, como que hay que hacer políticas de gasto y no sólo de ahorro, o que apuesta por los eurobonos. Zapatero, mientras, sonríe a Rajoy y hablan entre ellos como si el PSOE no existiera. Y no existe para Zapatero, que hace mucho que es el Presidente de los de su clase.

Cuando eres presidente de la clase dirigente la obsesión es “crecer” porque eso significa que crecen los beneficios de los tuyos aunque, lo ha dejado muy claro el último informe de la OCDE, eso que los economistas llaman país grande o «crecer»,  no tiene mucho que ver con vivir bien o mal o en condiciones de mayor o menos justicia social. En los países grandes las desigualdades crecen, es decir, crece la injusticia social. Crecer  en términos económicos no quiere decir vivir mejor, ni que la riqueza esté mejor repartida, ni que los derechos sociales estén mejor garantizados o siquiera existan.  

Para la historia quedará el “cueste lo que cueste” de Zapatero, que literalmente significaba: “os cueste lo que os cueste”. Y ahí estamos, siendo los primeros en todo: en jurar fidelidad a Merkosy o en reformar la constitución para hacerla de derechas.  Y todo eso lo hace Zapatero mientras los de su partido dicen que no, que por ahí no es. A Zapatero dan ganas de preguntarle: «Y tú…¿de quién eres?» . En todo caso, todo esto, aunque parece que importa mucho, pronto puede dar igual; es posible que en menos tiempo del que pensamos nuestra máxima preocupación no será el euro, sino poder respirar, comer y encontrar agua. Para entonces ellos seguiran con sus corbatas y sus reuniones y sus mentiras. A no ser que les hayamos echado.


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