(8 de junio de 2000)
Otra vez estamos con las famosas cuotas. Esta vez la
discusión viene a cuento de la decisión del parlamento francés de imponer la
paridad en las listas electorales por la vía legislativa, es decir, por ley.
Y la gente se enfurece, y los periódicos se llenan de cartas
protestando, y aquellos que antes la defendían, cuando era voluntaria, ahora
piensan que se ha ido demasiado lejos. Muchas mujeres dicen sentirse humilladas
pues, según ellas, les molesta y les avergüenza la posibilidad de ser tomadas
en adelante por “mujer cuota”, supongo que algo terrible para ellas. Y muchos
hombres se rasgan las vestiduras preocupadísimos porque ahora las listas
electorales, y por tanto el Parlamento Europeo, se van a llenar de mujeres
incompetentes elegidas por la única razón de ser mujeres. Otros, en fin, se
preocupan porque esta decisión abre la puerta a que todas las minorías exijan
su derecho a estar representadas en forma de cuota y que, a partir de ahora,
tengamos una cuota de inmigrantes, discapacitados, gays y lesbianas…
Por el contrario, la mayoría de las feministas, feministas
de todas las tendencias políticas, moderadas o radicales, están a favor de las
cuotas. También los organismos internacionales, desde aquellos que desde la ONU
se ocupan de los derechos de las mujeres, hasta la OIT, la FAO…todos han
manifestado reiteradamente que las cuotas son un instrumento imprescindible
para que las mujeres salvemos la desigualdad histórica que nos separa de los
hombres. Sin una activa política de discriminación positiva, según la ONU, las
mujeres alcanzaríamos algo parecido a la igualdad ¡dentro de 500 años! Y eso si
nada se tuerce, que retrocesos en los derechos de las mujeres ha habido muchos
a lo largo de la historia. Podría citar resoluciones de organismos
internacionales y de tribunales que vendrían a demostrar que las cuotas son
perfectamente acordes con la legalidad internacional, pero todo eso no
convencería a ninguno de los que ahora se manifiestan tan escandalosamente
contra esta medida.
Lo que hace falta es darle la vuelta al argumento, a la
situación. ¿Por qué se considera normal que después de 50 años, más o menos,
desde que las mujeres tenemos acceso al voto seamos únicamente el 10% de los
diputados? ¿Por qué se considera normal que, mientras que somos la mayoría de
los estudiantes universitarios, sea en cambio insignificante el número de
rectoras, decanas, directoras de departamento…? ¿Por qué es normal que siendo
casi el doble de funcionarias que de funcionarios los altos cargos estén
ocupados mayoritariamente por hombres? ¿Por qué se considera normal y no motivo
de extrañeza o preocupación que estudiemos, trabajamos, militemos en
organizaciones y partidos y, sin embargo no mandemos, no contemos, no tengamos
acceso al poder ni a la riqueza? ¿Por qué se considera que esta situación es lo
normal y, en cambio, los intentos de igualar la situación descabellados?
¿No será que existe una cuota masculina que lleva siglos
funcionando, y que estamos tan acostumbrad@s a esta situación que ya nos pasa
desapercibida?
En realidad, eso es lo que sucede. Los hombres se aprovechan
de una cuota que les asegura la mayoría de los puestos de poder, de
responsabilidad, de acceso a la riqueza etc. Todas las investigaciones que se
han realizado sobre el modo en que los puestos de poder son repartidos o
elegidos, y sobre el modo en que se confeccionan las listas electorales,
demuestran que los hombres, que por ahora son quienes eligen y reparten, mandan
y deciden, tienen una tendencia, muchas veces inconsciente, otras muchas veces no,
a confiar en otros hombres y a repartirse el poder entre ellos. Únicamente se
fijan en las mujeres cuando estas llaman su atención por ser
extraordinariamente capaces, extraordinariamente inteligentes, cuando tienen
una capacidad de trabajo superior a la media, superior a la de ellos mismo.
Entonces, por fin, nos ven.
Durante siglos, los hombres se han elegido unos a otros sin
que nadie proteste por lo incompetentes, incapaces o estúpidos que son muchos
de los que nos gobiernan. ¿Por qué se nos exige a nosotras lo que no parece que
se les exija a ellos? El mundo está lleno de hombres incompetentes en puestos
de poder y responsabilidad, mientras que las mujeres que llegan tienen que ser
las mejores. Creo que harán falta otros tantos siglos para que las mujeres
consigamos librarnos de nuestros complejos y nos atrevamos a ser tan torpes,
tan incapaces, o no, como muchos de los hombres que cuentan. La cuota masculina
lleva siglos, milenios funcionando ¡y de qué manera!
Y en cuanto a aquellos que se preocupan de que todas las
minorías vengan ahora a exigir su cuota de representación, les diría lo
siguiente: las cuotas, en todo caso, son un instrumento de progreso y de lucha
contra las desigualdades estructurales de la sociedad. No hay que tenerles
miedo, sino pensar en la cuota inversa, que esa sí que funciona: la cuota
que reserva para los blancos, para los ricos, para los
hombres, para los físicamente agraciados, los mejores lugares de la sociedad.
Esta cuota sí que funciona y esta es la difícil de erradicar. Si las minorías
exigen una cuota de representatividad será cuestión de estudiarla y, en muchos
casos de aplicarla. No todas las minorías pueden exigir una cuota, pero otras
muchas sí. Esa cuestión requeriría otro artículo. Pero, en todo caso, las
mujeres ya estamos hartas de que se nos ponga del lado de las minorías. En
realidad, aunque no lo parezca por el lugar en el que siempre se nos coloca,
somos la mayoría de la población. No se nos pueden seguir
aplicando criterios pensados para las minorías. No se nos puede continuar
pensando como una minoría, porque eso es irreal y no hace otra cosa que
perpetuar una concepción de nosotras, en el mejor de los casos, discriminatoria
e injusta.
Si la cuota masculina que ha inundado de hombres los
gobiernos, los parlamentos, la dirección de todas las instituciones, los
consejos de administración de empresas y bancos, las direcciones de los
partidos, de los sindicatos…se resiste a desaparecer, la única manera de que
nosotras consigamos hacernos el sitio que legítimamente nos pertenece en esta
sociedad, será legislar para igualar.
La cuota femenina es necesaria, es imprescindible, es
igualitaria y nunca discriminatoria porque viene a tratar de remediar la
discriminación más antigua, más profunda y más arraigada que existe. Porque
está arraigada incluso en las conciencias de la gente y nos impide a todos ver
la realidad tal como es.
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