Me sé de sobra la teoría. He leído a Gramsci y también me sé lo de la hegemonía. He leído muchos libros que nos explican desde hace años por que la gente vota en contra de sus intereses, que nos explican cómo es posible que los latinos de EE.UU votaran a Trump, el presidente que ya en la campaña decía claramente que los iba a perseguir y a expulsar; hay muchos libros y artículos que explican por qué los pobres votan a los millonarios y, en definitiva, ese, en realidad, es el problema que tiene que resolver la izquierda. Pero hay un punto en el que me cuesta, no sólo entenderlo, sino siquiera admitirlo, y es el de la sanidad pública. Ahí dejo de entender y sólo me queda la rabia y la desesperanza. Y algo parecido al rencor, ganas de decir “ahí os quedáis”.
Con el apoyo social a quienes privatizan y destrozan la
sanidad tengo constantemente esa sensación, porque esta cuestión es mucho más
inmediata, mucho sencilla de entender, que otras cuestiones relacionadas con la
desigualdad o las injusticias. Aquí la injusticia se hace carne, carne enferma
y doliente, y, en definitiva, humana y universal. Todos enfermamos, todos y
todas tememos a la enfermedad. Y de todas las injusticias que existen, y
algunas son muy evidentes, creo que no hay ninguna como enfermar o ver enfermar
a un ser querido, a una hija, a un padre, saber que hay un remedio para curarle
o aliviarle y no poder pagarlo. Personalmente, no puedo imaginar un dolor
mayor, una ira más justificada.
Y no hace falta mucha inteligencia para darse cuenta de que
un negocio es un negocio; que un negocio no es una ONG, ni una organización de
caridad. Un negocio no tiene más objetivo que ganar dinero y con la salud de la
población no se puede ganar dinero si se atiende bien a todo el que lo
necesita, si se le dan los mejores cuidados, los mejores especialistas, las
mejores medicinas, a gente que no puede pagarlo. A mi no me parece que el CEO
de Rivera Salud haya hecho otra cosa que lo que se esperaba de él, es decir, su
trabajo. A mí me parece que si un CEO planteara que hay que reducir los
márgenes de beneficio o incluso reducir el beneficio, no sería un buen CEO. Por
eso no le han despedido al hombre. Le han movido de su puesto a la espera de
que pase la marea. Él ha cumplido con aquello que le encargaron y el único problema
parece ser que se ha grabado y que vivimos en una sociedad en la que pasan
cosas terribles pero en la que sólo se reacciona cuando vemos una foto (o una
grabación).
No creo que la gente sea tonta, ni entiendo el nivel de falsa
conciencia que hay que tener para ser una persona normal, no millonaria, y
apoyar la privatización de la sanidad. Porque el gasto sanitario cobrado a
precio de mercado no es pagable por nadie que no sea millonario. Y porque
tenemos ejemplos de sobra para saber lo que pasa cuando la sanidad es privada,
no sólo el Hospital de Torrejón, sino con seguros privados que parecen buenos y
baratos hasta que una tiene cáncer, o seguros que ofrece la empresa hasta que
uno se queda una temporada sin trabajo y el hijo enferma. O, directamente, los
millones de personas que no pueden pagarse ningún seguro.
No hace falta ser especialmente avispado para darse cuenta de
que nuestra sanidad se degrada a pasos agigantados. Y puede que nos sigan
tratando de un cáncer o un parto, pero ya es muy complicado ver al médico de
cabecera en el momento en que se necesita y no digamos al especialista. Y
porque hemos visto no sólo esa degradación, sino lo que pasa cuando se encargan
determinados servicios a empresas privadas que entienden la salud como un
negocio; es el caso de los cribados del cáncer en Madrid o en Andalucía y
seguro que en tantos sitios. Hay mujeres desarrollando cánceres, muriendo,
porque alguien entregó su salud a una empresa.
Y mientras vemos esta degradación lo que cualquiera puede ver
es como Ayuso y su novio se enriquecen. Y mucho. Antes de ella, mucha gente se
ha enriquecido porque el negocio de la sanidad es un manantial de dinero para
unos pocos y una pozo negro para nuestra salud. Si hay algo que de dinero y que
esté medio legalizado es la posibilidad de vender la sanidad pública. Y los
culpables son los que se enriquecen, pero también quienes lo permitieron y
quienes no derogan esa posibilidad publico-privada.

No hay comentarios:
Publicar un comentario