- Publicado en El Ciudadano el 13 de enero de 2011
Leo que el Tribunal Constitucional chileno ha decidido que las relaciones lésbicas son legales desde los 14 años, mientras que las de los gays lo son sólo a partir de los 18. Y leo también, con estupor, que algunos grupos lgtb de Chile dicen que esa sentencia es agridulce. Como activista comprometida con los derechos lgtb en cualquier país, como lesbiana política y feminista, yo no considero que dicha sentencia sea agridulce, sino agria sin más. Además, muy agria.
Es un insulto a la inteligencia y a la igualdad considerar que las relaciones homosexuales requieren una edad legal superior a las heterosexuales. Es un ataque directo e insoportable a la igualdad, pero también a la dignidad de las personas gays que ven cómo un tribunal considera que sus relaciones afectivo sexuales son diferentes, no se sabe por qué, y se supone que peores, de las que mantienen los heterosexuales.
Pero que esa norma no sea aplicable a las mujeres es también un ataque a nuestra dignidad. Porque si la edad de consentimiento de las lesbianas se rebaja a los 14 no es por respeto, ni porque nos consideren iguales a los heterosexuales, es porque no nos consideran nada, por lo que nada importa si tenemos sexo entre nosotras a los 14 a o los 12. Detrás de esta sentencia vergonzosa se esconde, además de la homofobia, la lesbofobia tradicional, distinta de lo anterior y que consiste en considerar que el sexo lésbico no es nada, sólo un entretenimiento sin consecuencias para la sociedad o el estado. Puestos en esta tesitura yo hubiera preferido mil veces que mi edad de consentimiento la fijaran estúpidamente en los 18, como los hombres.
Entre ser nada y ser peligrosa prefiero ser peligrosa. Al menos desde esa posición de peligro social puede lucharse, verse situada en la irrelevancia es mucho peor.
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