Publicado en Equo el 16 de julio de 2011
Vamos, que no está nada claro que los gobiernos quieran derrotar completamente al enemigo. Tranquilizarle sí, (de hecho “calmar” es el verbo que usan los medios de comunicación y los portavoces gubernamentales). Calmar, pedirle que no se cobre más sangre de la necesaria, pero no derrotar. La pregunta que estamos en nuestro derecho a hacernos es: ¿Por qué no se le quiere derrotar si todo el mundo admite que nos atacan? Pues quizá porque en realidad, más o menos sanguinarios, más o menos brutales, están del mismo lado. No hay otra explicación que esta si analizamos los movimientos de quien se supone que tiene que defender a la ciudadanía de los ataques de los mercados.
Porque ¿Qué hacen los gobiernos para ganar esta guerra? Pues parece que nada o que lo hacen todo al revés. Algunos ejemplos: se liberaliza todo el suelo y ante la burbuja inmobiliaria creada, causante en parte de la crisis, ¿Qué se propone? Más liberalización. Se sangra a los pueblos con medidas estructurales que más que de ajuste son de empobrecimiento y ¿Qué resulta? Más ataques de los mercados pidiendo más y más y empeoramiento de la calidad de vida. Se fijan techos imposibles de déficit y ajustes que además del empeoramiento de la vida, hacen más difícil el crecimiento y posponen el pago de la deuda… ¿Qué se propone ante esto? Más ajustes, peores condiciones de vida. ¿Se soluciona la crisis, se mejora, se toman medidas reales para combatir estos ataques? No. ¿Se cambian políticas que han resultado fallidas, que han demostrado que sólo favorecen más ataques…? ¿Se escucha a los expertos que ahora se ha demostrado que tenían razón? Pues no, se sigue haciendo caso a los que han demostrado que se equivocaban.
Y todo esto, un despropósito, lo hacen los gobiernos mientras proclaman que no hay alternativas. Como es imposible que no haya alternativas y como, además, muchos prestigiosos economistas explican estas alternativas, tenemos que pensar que o bien los gobernantes son tontos o, en realidad, lo que quieren es garantizar las ganancias bancarias y hacerlo sin que se note, mediante la política ya conocida del palo (el mercado) y la zanahoria (las políticas antisociales, siempre antisociales, que justifican ante los supuestos ataques de aquellos)
Es urgente recuperar la política para la gente, la política como instrumento para mejorar la calidad de vida de la gente y no para empeorarla. Eso pasa, visto lo visto, por otros políticos, otros modos de entrar en política, otros modos de vivir en política (y no de la política) y otros modos de salir de la política. La vieja política, los viejos políticos, los viejos modos de hacer política no valen. Lo que nos defienda, con lo que nos defendamos, tiene que ser nuevo; hay que crearlo y afortunadamente mucha gente está en ello.
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