Publicado en El Plural el 16 de octubre de 2011

De todo lo que he escrito en este blog, de todo lo que he escrito en general, lo que más polémica ha generado han sido los dos post referidos a la lactancia. Teniendo en cuenta que a pesar del provocador título ni la lactancia ni la no lactancia están o dejarán de estar prohibidas, ni perseguidas, ni serán objeto de atención especial por parte de los políticos, esta polémica demuestra que en ese asunto se juega mucho más de lo que parece. Y esta importancia va mucho más allá de la experiencia personal de cada una con este asunto. Eso lo demuestra también el hecho de que hayan opinado muchos hombres. He recibido casi 100 respuestas a los dos post, además de las que se han recibido en Pikara Magazine, pero sólo he publicado aquellas que no me insultaban; como ya he dicho este es mi blog y no voy a publicar respuestas en las que se me insulta, sólo faltaba.

A pesar de que soy una persona de expresión, tanto verbal como escrita, muy tajante (recuerdo de mis años de militancia política en donde una mujer y muy tímida termina hablando de esa manera si quiere que la escuchen, sobre todo los hombres) lo cierto es que yo soy muy poco dada al fundamentalismo, cuestiono a menudo mis convicciones, me pongo muy fácilmente en el lugar del otro/la otra y admito que en mis oponentes puede haber algo, o mucho, de razón, por eso escucho y siempre estoy dispuesta a discutir de casi todo (no de todo, hay cosas indiscutibles pero la mayoría admiten discusiones y matices). Esta semana ha sido mi semana de la lactancia.  Desde mi propia oficina, donde me han leído un par de madres, hasta la misma calle me he encontrado con mujeres que se han dirigido a mí a propósito de mis post para discutir conmigo y con ellas he discutido.

No es que me desdiga de nada de lo escrito, sino que ahora estoy dispuesta a reconocer que hay muchas madres que han querido dar de mamar y también han sufrido presiones por no poder hacerlo; reconozco (aunque por cierto que ya lo hacía en mi segundo post) que la postura sobre la lactancia depende de muchas cosas personales e intransferibles ya que muchas madres me han comentando como ellas han venido cambiando de posición según cuestiones como el tipo de  parto, la actitud del padre del bebé, su situación laboral, familiar etc . Llegué entonces a la conclusión de que las mujeres necesitamos, de manera urgente, que se reconozca nuestra libertad y autonomía en todo lo que se refiere al embarazo, parto y postparto, lactancia incluida y que se respete en todo caso nuestra decisión; es decir, que nos reapropiemos de nuestros cuerpos, de nuestra sexualidad y de nuestra capacidad reproductiva de la que se han apropiado las instituciones sanitarias, la clase médica y sanitaria etc. Incidiría más en la cuestión de que también las que eligen dar de mamar tienen que encontrar respeto, apoyo, atención y que no siempre lo encuentran. La única diferencia con lo que yo decía antes es que quizá yo no era consciente de que las mujeres que eligen dar de mamar no siempre pueden hacerlo con total libertad. Quiza no era consiente de hasta qué punto las instituciones médicas pueden secuestrar nuestra autonomía en estas cuestiones y tratar de decidir por nosotras.

Sin embargo, en todas mis discusiones hay algo que subyace debajo de esto y que no cabe en un post. Casi todas las mujeres que han dado de mamar aun cuando defiendan la libertad de las que optan por la no lactancia lo hacen convencidas de que «lo mejor» objetivamente hablando es dar de mamar y si esto es lo mejor de una manera objetiva, la consecuencia lógica es que no dar de mamar es una opción éticamente peor, por lo tanto se es peor madre y una egoísta. Todas las razones que se aducen para demostrar que dar de mamar es siempre lo mejor se refieren siempre a que eso es lo mejor para el bebé, pero ningún estudio cruza los datos con el bienestar de las madres  (esto ni siquiera se estudia) y, por tanto, se da por hecho que si es mejor para el bebé, por fuerza hay que asumirlo. En ningún sitio se tiene en cuenta que el bienestar de la madre (y me refiero al bienestar personal pero también social, de las mujeres en general) puede ser fundamental en el bienestar del bebé y de los hijos, en el bienestar de la sociedad en general. Se da por hecho que lo mejor para el bebé, los hijos, la familia y la sociedad es que las madres se sacrifiquen, que hagan lo que tengan que hacer, lo que sea necesario.  Es aquí donde nos encontramos con que lo que subyace a toda la cuestión es algo mucho más grande y complejo de lo que aquí cabe: el rol maternal, un rol socialmente sagrado que no puede ponerse en cuestión todavía.

Las mujeres hemos conseguido poner en cuestión nuestros roles sociales, laborales, o incluso como esposas, parejas, amantes, pero el rol maternal, no.  Y yo creo que lo que aquí sale a la superficie es que hay muchas maneras de ser madre y no sólo una. Por eso Elisabeth Badinter, con un fabuloso libro en el que niega el instinto maternal, genera tanta rabia, porque cuestiona lo más sagrado y una de las pocas cosas que se mantienen casi intocada de la feminidad tradicional: la generosidad materna, ese instinto misterioso que de manera incuestionada tiene que hacer que estemos dispuestas a sacrificar lo que sea por lo que la sociedad ha decidido que es el bienestar de nuestros hijos. El bienestar de nuestros hijos siempre necesita, según la sociedad,  más tiempo, más entrega, más cuerpo, más incomodidad o incluso dolor,  más sacrificio, más de lo que sea. Y la que no esté por la labor es señalada inmediatamente. Pero ¿Qué pasa con los estudios que demuestran que lo que más decisivamente marca el bienestar del bebé y el futuro del niño es la clase social en la que nazca? ¿Qué pasa con los que demuestran que mucho más definitorio que dar de mamar es que la madre cuente con medios económicos? ¿Qué pasa cuando se demuestra que los bebés de clase media alta y alta están mucho más sanos, tienen una mayor esperanza de vida, mejor resultado escolar, son más felices, que los bebés nacidos en familias de pocos recursos? ¿Y si dar de mamar o no dar de mamar es mucho menos importante para la salud/felicidad/éxito futuro del niño o niña  que el dinero que tenga su familia, por ejemplo, o la ayuda social con que cuente la madre, o que la no discriminación de las mujeres en el ámbito laboral por culpa de la maternidad?

Enfrentarse en pocas líneas a las místicas maternales muy mayoritariamente aceptadas es difícil. En todo caso como resumen diría que es el papel de madre lo que subyace en esta discusión. El bienestar de nuestros hijos, según la sociedad,  siempre exige el sacrificio de nuestro bienestar y de nuestra autonomía. De ahí que el insulto que más me han prodigado en este foro haya sido el de «egoísta» ¿Cuándo es egoísta un padre en relación a sus hijos? ¿Qué tiene que hacer un padre para que se considere un egoísta? ¿Por qué ellos pueden decidir la completa dedicación o la dedicación «media», la normal, sin que eso sea considerado egoísta? ¿Qué destino biológico me une a mí a mi prole? Desde mi punto de vista, ninguno. Es un destino social y cultural. No hay ninguna diferencia entre un niño adoptado (que por cierto no mama, a no ser que volvamos a las amas de cría) y uno biológico.

Naturalmente que muchas madres se sienten bien en ese papel, y no me extraña. La maternidad exige sacrificios, pero también ofrece compensaciones sociales y personales,  o de otra manera nadie las asumiría. Una se siente bien cuando es buena madre y se siente fatal cuando el entorno, la sociedad, le dice  que es mala madre. Y todas sabemos lo que socialmente se considera buena y mala madre. Generosidad y sacrificio son los puntales de una buena maternidad, egoísmo es lo que nunca se le perdona a una madre.  Los padres, la verdad, se preocupan poco de eso y la sociedad menos aun. Basta con que quieran mucho a sus hijos, eso es lo que se espera de ellos.

Yo soy una madre que quiso ser madre pero que nunca creyó que serlo fuese a ser lo más importante de mi vida,  mi vida está hecha de muchas cosas y sí,  mi hijo es a la persona que más quiero pero ese amor no dirige, no domina,  mi vida de la misma manera que el amor a su madre no domina la suya; o quizá sea soy una madre que nunca ha creído en los sacrificios personales más que cuando son estrictamente necesarios, que siempre he creído que las mujeres tenemos que, sobre todo y antes que todo, querernos y cuidarnos y que la maternidad no puede exigirnos nada que no queramos hacer o que nos sitúe en una posición en la que no nos gusta estar.  No creo, en absoluto, que ser madre sea diferente a ser padre. Creo que el rol maternal es eso, un rol entre otros posibles que debería poder aceptarse o rechazarse con entera libertad; un rol que puede cambiarse completamente y que de hecho ha cambiado mucho a lo largo de  la historia. En fin, que creo que no todas las madres somos madres de la misma manera y creo también que el rol maternal tradicional es tan cuestionable como cualquier otro rol social.


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